“Bioconservadores” vs “transhumanistas”

Lukács de Perény, Miklós. Neo entes. Tecnología y cambio antropológico en el siglo XXI. Homo Legens. Madrid, 2023, 297 pp.

Publicado en El Viejo Topo

Aunque no compartamos con otra persona sus posiciones ideológicas, sí podemos coincidir en el orden con que jerarquizamos los valores que deben guiar la actividad humana, sea ésta vivida individualmente o en sociedad. En virtud de lo cual, alguien que se considere a sí mismo «revolucionario» puede coincidir perfectamente con un «conservador» en, pongamos por caso, la inalienable dignidad de la vida humana. Y así como el revolucionario pretenderá «conservar» una situación propicia para que los humanos vivamos dignamente, el conservador pretenderá «revolucionar» aquellas circunstancias en las que a los humanos se les pretenda sustraer la dignidad.

Ahora bien, afirmar la dignidad de hombres y mujeres seguramente presupone cierta premisa: la existencia de algo así como una naturaleza humana; esto es, un principio real sobre el que se proyecta nuestra consideración moral. Sin embargo, ¿podría esta naturaleza humana estar amenazada por «tecnologías disruptivas» al servicio de propósitos eugenésicos y ambiciones transhumanistas?

Tal es el interrogante del que parte Neo entes: Tecnología y cambio antropológico en el siglo XXI, escrito desde un firme compromiso con un humanismo conservador, sin descuidar la dimensión espiritual del ser humano. El autor, Miklós Lukács (Lima, 1975) es un académico que se desempeña en el campo de la filosofía de la tecnología. Y Neo entes, su primer libro, es el resultado de seis años de investigación sobre el potencial de las tecnologías para reconfigurar la especie humana.

El libro se sumerge en el campo de la bioética y la biopolítica para alertarnos sobre el proyecto que, en el contexto actual de la Cuarta Revolución Industrial, ciertas élites y grupos de poder pretenderían implementar: los «neo entes», seres vivos cuyos comportamientos y características genéticas, anatómicas, fisiológicas y reproductivas hayan sido modificadas.

El planteamiento es el siguiente: los «neo entes» serían el resultado de aplicaciones, prácticas o, por lo general, usos (algunos ya realizables en una fase más o menos incipiente, otros potenciales) posibilitados por una serie de «tecnologías convergentes»: inteligencia artificial, biotecnología, nanotecnología y robótica, además de blockchain, sensores, software, computación cuántica, y otras que podemos encontrar, por ejemplo, en las impresiones tridimensionales o el diseño de prótesis. El empleo de estas tecnologías se propondría modificar la base biológica del ser humano, pero ello no sería socialmente aceptado sin un tecno-optimismo casi religioso cuyo predicamento procede del progresismo posmoderno imperante.

No se trata de renunciar al desarrollo científico-tecnológico ni a la acumulación de conocimiento (eso es progreso, y no podemos disociar el desarrollo de la humanidad sin ese progreso). La cuestión es otra: comprender en qué consiste y a qué intereses responde ese «progresismo posmodernista» que favorece unos nuevos marcos éticos y legales apropiados para superar la biológica idiosincrasia humana (por ejemplo, ahora que la gestación subrogada ha sido normalizada… ¿la siguiente fase serán los úteros artificiales donde «fabricar» los bebés susceptibles de ser «comprados»?).

En ese sentido, el progresismo de corte posmoderno resultaría ser el fundamento de un movimiento cultural, intelectual y político al que denominamos «transhumanismo». Aunque las derivadas del progresismo son múltiples y no necesariamente confluyen en la «agenda transhumanista», quien escribe estas líneas no discrepa al momento de relacionar conexiones entre el marco progresista y aquellos propósitos transhumanistas que promueven e impulsan determinados sectores empresariales y fortunas milmillonarias. Dicho lo anterior, en el libro se encuentra a faltar la concurrencia de lo descrito con la lógica sistémica del capitalismo.

En cualquier caso, nos encontramos ante un libro que debe recomendarse, tanto para avezados en el «transhumanismo», quienes encontrarán una provechosa exposición del fenómeno en lengua española, como para aquellos de nuestros conciudadanos que adolecen de una visión demasiado ingenua o acrítica con respecto a los lugares a hacia los que se dirige ese «progresismo» que domina las sociedades occidentales.

Todos aquellos que habitamos la Humanidad debemos ser conscientes de que no hay progreso alguno cuando la tecnología, en lugar de servir al ser humano, se sirve de él. Por lo que, ante desafíos bioéticos de decisivas consecuencias, quizá debamos anteponer, por encima de otro tipo de consideraciones ideológicas, la defensa antropológica del ser humano.