Mayo 2022 / Dossier de EVT 412
Solemos pensar el Siglo XX como “el siglo de las ideologías”: una Europa convulsa en la que fascismo y comunismo, en determinados periodos, pugnaron como modelos alternativos e incompatibles de organizar políticamente la sociedad. Sin embargo, la consolidación de las democracias liberales contribuyó a que las ideologías ambiciosas se fueran paulatinamente diluyendo, que el electorado de masas empezara a sentir desafección con respecto a la gestión pública de la nación política, y que las reivindicaciones de los nuevos movimientos sociales resultasen cada vez más acomodaticias con respecto al orden político y económico establecido.

Hoy no existen grandes proyectos políticos que compitan por implementarse, pero sí hay una evocación nominal a los mismos: a veces decimos de los demás que son “fascistas” o “comunistas”, cuando probablemente solo sean liberales de derecha y liberales de izquierda. En ausencia de grandes marcos ideológicos operativos, la sociedad suele emplear esos apelativos, desposeídos de contenido sustantivo, de forma meramente ofensiva. Pero la lógica bivalente se vuelve plurivalente cuando, de entre esas dos afrentas, surge una tercera: el “rojipardismo” como supuesto punto medio entre comunismo y fascismo.
Así pues, después de fascista y comunista el abanico de insultos resulta ampliado: rojipardo… y, más recientemente, neorrancio. Son epítetos que vienen a significar algo cada vez más difuso, inaprensible, incierto. No obstante… ¿Son “rojipardo” y/o “neorrancio” simples armas verbales? ¿Qué revelan y qué esconden estos conceptos? ¿Pudieran dotarse de rigurosa consistencia por medio de una ideología identificable? ¿O, simplemente, son sintomáticos de la incapacidad de nuestras sociedades para desplegar discusiones políticas por medios racionales?
Nos aproximaremos a estos interrogantes, y ofreceremos respuestas, desde la afinidad política que nos caracteriza: somos tributarios de los grandes cauces por los que fluyen las corrientes políticas de izquierda. Y por esos ríos, casi siempre revueltos, navegan los autores que participan en el dossier: Rojipardos, neorrancios y otras fieras del lugar.